Desde el primer día en el que emergiera esta crisis, los gobernantes y altos mandatarios de la economía mundial han dedicado sus esfuerzos a combatir las consecuencias y no las causas de la misma. Las muy mediatizadas reuniones de urgencia a las que asistieron una y otra vez, siempre con el objetivo declarado de reformar el sistema o de realizar los cambios oportunos para que otra crisis igual no volviese a tener lugar, no sirvieron sino para confirmar y consolidar las políticas que ya habían llevado a cabo desde el primer momento. (
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